El mundo actual en que vivimos nos ofrece continuamente más tentaciones para dejar los sentimientos de lado y alejar el dolor. Escuchar lo que nuestro interior intenta decirnos resulta difícil, y aunque a corto plazo nos pueda parecer algo bueno, se trata de una trampa: al ignorar esos mensajes, sufrimos más a largo plazo.
Y aunque creamos y pensemos que todo pasa, ignorar los sentimientos puede tener un precio muy alto y acabar siendo perjudicial para nuestro cuerpo. Cuando nos alejamos, reprimimos o criticamos a nosotros mismos por tener sentimientos, la salud se resiente. Explorarlos y perder el miedo a sentir nos lleva a lo contrario. Sentirse conduce a la curación.
Los efectos de evitar los sentimientos
Los efectos de ignorar, negar o evitar las emociones negativas pueden ser varios, y ninguno de ellos es positivo: “Puede suceder que dichas emociones persistan o que empeoren, es decir, que tengan más intensidad, frecuencia o duración, o que empecemos a manifestar conductas desadaptativas para intentar neutralizarlas. Estos comportamientos pueden ir desde darle vueltas una y otra vez a lo mismo hasta estrategias de evitación (alcohol, drogas, medicación, videojuegos, compras compulsivas…)”.
Un reciente estudio de la Universidad de Pensilvania demostró cómo, al evitar nuestras emociones, en realidad las fortalecemos, aumentando con ello nuestra agresividad. Esto puede generar muchas enfermedades en el cuerpo y en la mente, causando una gran cantidad de problemas de salud.
Al reprimir las emociones, confundimos y lastimamos a nuestro cuerpo de una manera profunda. Las emociones afectan a todo nuestro organismo; nuestro cuerpo lucha por nuestra supervivencia y está tratando de mantenernos seguros en todo momento. Aunque tendemos a pensar que al no enfrentar una emoción nos coloca en una posición cómoda, saber reaccionar a una emoción y procesarla puede, en última instancia, protegernos de los peligros, tanto físicos como mentales.
La supresión de las emociones negativas: enfado, tristeza, dolor o frustración, se ha asociado con enfermedades cardíacas, trastornos autoinmunitarios, úlceras o problemas gastrointestinales. Otros estudios demuestran que reprimir los sentimientos tiene una correlación con el cortisol alto (la hormona liberada en respuesta al estrés) y que este cortisol produce menor inmunidad y aumenta los patrones de pensamiento tóxicos. Con el tiempo, el estrés no tratado o reconocido puede llevar a un mayor riesgo de diabetes, problemas con la memoria, agresividad, ansiedad y depresión.
La aceptación es clave
Aunque escuchar nuestras emociones da miedo y podemos sentirnos extraños autoanalizándonos, educarse sobre la ciencia de las emociones e ir lentamente ganando confianza significa una gran mejora. Pasar del rechazo a la aceptación de la noche a la mañana puede no ser del todo saludable.
Aprende a controlar tus emociones
Lo mejor que podemos hacer para batallar las emociones negativas es aceptarlas. “La emoción aparece, pasa, puede que golpee (a veces duele), pero siempre termina desapareciendo. Las estrategias que ponemos en juego habitualmente lo que hacen es empeorar las emociones negativas”.
Hay un sencillo ejercicio: “La próxima vez que te encuentres mal, para durante dos segundos; reconoce la emoción que estás sintiendo (” hay tristeza”, “hay ira”, “hay frustración” …), haz un par de respiraciones profundas mientras te dedicas unas palabras de ánimo, cariñosas, y piensa qué está ocurriendo. Es un primer paso a partir del cual seguro que te sientes mejor”.
Debemos aprender a pasar de vivir de una manera primitiva a otra más humana donde utilicemos la inteligencia
A pesar de la incesante y vertiginosa revolución tecnológica por la que atraviesa el ser humano desde sus inicios en el planeta parece que un aspecto se le resiste especialmente a la especie humana en su avance siglo tras siglo: la evolución en la gestión emocional, quizás la verdadera llave maestra para nuestra supervivencia como especie. Debemos aprender a pasar de vivir y convivir de manera primitiva a otra más humana donde realmente utilicemos la inteligencia y la razón para controlar, gestionar y educar nuestras emociones.
«Teniendo en cuenta que lo que sentimos se deriva de lo que percibimos o pensamos y no por la realidad misma, es un objetivo esencial el aprender y enseñar a pensar. Necesitamos con urgencia aprender, cada uno de nosotros, a mejorar emocionalmente. La manera de vivir sometidos a nuestro propio egoísmo y esclavos de nuestras emociones nos lleva a la autodestrucción como seres humanos. No es sostenible”.
Asimismo, “aunque la mayoría de los seres humanos no nos lo planteamos y, por tanto, no somos conscientes, después de sobrevivir, es decir, saliendo del umbral de la miseria, todos queremos ser felices». Ser feliz es sentirse bien con uno mismo y con lo que nos toca vivir, en cada momento de nuestra vida, en cada ahora.
Todos podemos y deberíamos mejorar emocionalmente, entre otras razones porque este es nuestro objetivo vital. Por otra parte, necesitamos que la mejora personal se haga extensiva a la comunidad, puesto que la actual manera emocionalmente primitiva de ir por la vida no es sostenible. Por ello, quienes pueden beneficiarse más de estos recursos para aprender y enseñar a pensar son todas aquellas personas que no sólo han de aprender, sino que además tienen la función de educar y enseñar a los menores, sean padres, maestros o profesores.
Errores primitivos muy actuales
Nuestro vivir y convivir cotidiano está sometido a unos patrones de pensamiento y conducta cargados de errores muy primitivos. Entre ellos tenemos:
* Convertir la vida en un juicio permanente: no aprendemos ni enseñamos a pensar, únicamente aprendemos a obedecer la norma y de ahí pasamos a fiscalizar, juzgar, sentenciar, premiar y castigar.
* Creer que somos fruto del determinismo biológico: cuando bien es sabido que nuestro cerebro se modifica continuamente en función de lo que hacemos, pensamos y sentimos.
* Creer que somos los «animales racionales»: creemos que educamos además bajo principios racionales, cuando lo cierto es que somos «primitivamente emocionales».
* Creer que los problemas de los seres humanos se derivan de lo que somos o de por qué lo somos: sin embargo, esos problemas los tenemos por lo que no sabemos y se solucionan aprendiendo.
Claves para aprender a pensar
Dado que nuestros sentimientos y emociones depende de lo que percibimos y pensamos, no de la realidad misma. Lo que necesitamos es aprender a pensar mejorando en los siguientes cinco aspectos: