Hola amigos interpositivos, después de mucho tiempo aquí con ustedes…espero estén todos bien con mucha esperanza y fe de que pronto superaremos estos momentos críticos.
Desde el 31 de Diciembre del 2019 en que nos despedíamos para darle la bienvenida al 2020 llenos de anhelos e inquietudes, nos encontramos ya, en los tres meses con el patógeno Cov-19 que ha ralentizado la economía global, ha agudizado las tendencias al repliegue, ha modificado las costumbres cotidianas, ha reavivado miedos ancestrales y ha puesto en cuestionamiento a los líderes del planeta.
Hoy no hablaremos en donde se originó este virus, ni cuantos son los contagiados y los muertos, ni cuales son las medidas, nos enfocaremos en el miedo y pánico que se ha originado en este corto tiempo y que esta arrasando nuestra salud mental. Para muchas personas, el miedo a la enfermedad puede ser peor que la enfermedad misma.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la infección causada por este Coronavirus ya puede definirse como una pandemia y esta ha desatado la preocupación, incluso la histeria, en todo el mundo.
La mente, el aparato psíquico y el mundo interno de las personas reaccionan a la llegada de esta pandemia con mucha angustia porque se trata objetivamente y realmente de una situación angustiante y preocupante. Entonces reaccionamos con miedo y preocupación, y anormalmente con pánico.
Las personas con tendencias tradicionalmente hipocondríacas generalmente tienen ansiedad generalizada por enfermedades y síntomas, en lugar de una enfermedad en particular. La condición también se caracteriza por una preocupación excesiva o irracional, sin embargo actualmente se justifica cierta preocupación por el coronavirus, es completamente racional estar ansioso, porque no estamos seguros de cómo se desarrollará.
Pero, hay una diferencia entre sentirse inquieto por un tema incierto y estar ansioso hasta el punto de que la preocupación dificulta el sueño y la vida diaria. La sobrecarga de información falsa y la acumulación de preocupaciones tienen nefastas consecuencias en el bienestar físico y psicológico y pueden acelerar la mente a una velocidad aterradora. Sobretodo con la intensidad que camina esta era digital en la que puede resultar muy peligroso con tanta información.
El resultado de la sobrecarga informativa es una velocidad espantosa y estéril de pensamientos, muchos pensamientos inútiles y una serie de consecuencias físicas y emocionales avasallantes.
El miedo es el virus más grave que puede afectar a los seres humanos. Hace que entremos en pánico y tomemos actitudes irracionales como discriminar a los demás, desarrollar una ansiedad grave y en algunos casos causar depresión y perder la habilidad para reinventar y responder inteligentemente en situaciones estresantes.
Debemos tomar todas las medidas recomendadas para la prevención y además, trabajar en nuestras herramientas de gestión de emociones para prevenir que nuestra salud psíquica sea infectada por nuestros miedos, desesperaciones y ansiedades.
El COVID-19 es un problema mundial que las personas tenemos que tratar con más racionalidad y menos pasión. Sufrir por el futuro, por desarrollar en nuestra mente la posibilidad de una infección mortal, hace que perjudiquemos la salud psíquica y la capacidad de manejar nuestra vida para tomar buenas decisiones. No sabemos hasta dónde la epidemia va a afectar a las personas ni en qué proporciones, pero si el virus afecta a muchas personas vamos a tener que convivir de manera lógica e inteligente.
La preocupación si es un signo de conexión con la realidad. El pánico, no. El pánico no deja vivir a las personas y tenemos que seguir viviendo con las restricciones que nos impongan. Ambos sentimientos se contagian. Sin embargo, existe una diferencia entre el miedo y el pánico. El miedo es el miedo a una amenaza real, a algo que está pasando. El pánico, por su parte, tiene ese plus de irracionalidad, de desborde y de angustia.
Lo más útil que las personas pueden hacer en esta etapa es encontrar algunas fuentes confiables de información como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, o la Organización Mundial de la Salud, o algunos de los principales medios de comunicación, y simplemente atenerse a ellos para información.
Lo segundo es hacer un análisis de riesgo simple, es decir, preguntarse si hay alguna razón para pensar que estamos en riesgo. Y, por último, hacer una gestión de riesgos simple, que es descubrir cuáles son las pocas cosas que puede hacer de manera más efectiva.
Los riesgos de contraer enfermedades existen y existieron en todas las épocas, esto es una realidad. Pero también hay que plantear una cuestión que muchas veces se pasa por alto: muchas veces las personas tendemos a poner afuera temores que tenemos adentro y el pánico que por momentos exagerado depositamos en el Coronavirus suele estar tapando otros miedos y complejos personales, el problema de esta manera se desplaza.
La psicosis y el temor que despertó la nueva epidemia en los adultos también afecta a los menores, quienes son más vulnerables a la sobreinformación y miedos infundados. Hay que tener mucho cuidado con los miedos que se generan en los chicos. Son la población más vulnerable. No tienen los mismos recursos cognitivos ni emocionales para manejar el miedo.
Vivimos en un mundo donde hay exceso de información. Por todos lados recibimos constantemente una batería de noticias, comentarios y anuncios por distintos canales, que tienen variada intensidad y muchas veces son redundantes. Pero al recibirlo, no medimos los efectos colaterales que esto produce en nosotros y en los niños, que también tienen llegada a las redes sociales y medios de comunicación.
Volver a la rutina es una de las recomendaciones específicas para grandes y chicos. También tener un menú informativo sano e intentar normalizar la situación.
En resumen, se recomienda:
1. Mantener las cosas en perspectiva. El hecho de que haya una gran cobertura de noticias sobre este tema no significa necesariamente que represente una amenaza para usted o su familia.
2. Conocer los hechos. Es útil adoptar un enfoque más clínico y curioso a medida que se siguen los informes de noticias sobre el virus.
3. Comunicarse con los más chicos. Discutir la cobertura de noticias del coronavirus con información honesta y apropiada para la edad. Los padres también pueden ayudar a aliviar la angustia al enfocar a los niños en rutinas y horarios. Recordar que los niños observan los comportamientos y emociones en busca de señales sobre cómo manejar sus propios sentimientos.
4. Mantenerse conectado. Mantener las redes sociales puede fomentar una sensación de normalidad y proporcionar valiosos medios para compartir sentimientos y aliviar el estrés. Compartir información útil de sitios web gubernamentales con amigos y familiares.
5. Buscar ayuda adicional. Las personas que sienten un nerviosismo abrumador, una tristeza persistente u otras reacciones prolongadas que afectan negativamente su desempeño laboral o sus relaciones interpersonales deben consultar con un profesional de salud mental capacitado y experimentado. Los psicólogos y otros proveedores apropiados de salud mental pueden ayudar a las personas a lidiar con el estrés extremo.
Debemos centrarnos en lo positivo, buscar apoyo afectivo en el entorno y evitar la estigmatización de las personas afectadas.
One Comment
Alberto Liendo
04/07/2020Muy buena Noticia